POESÍA SENSUAL 7



POESÍA SENSUAL 



Elegía por «La Luisa» 

¿QUIÉN devoró tus manos para el polvo? 
¿De qué balcón colgaste 
Las sábanas blanquísimas 
Estampadas en tu cuerpo de verónica? 
Lloran las ventanas, 
Las paredes lloran. 
Los hijos que no has parido nunca 
Invocan tus senos de verdades 
Rendidas en la tierra 
Ante jacas infértiles, 
Eternamente locas. 
Ya no hay mañana para ti. Se fueron 
Las últimas estrellas de tus noches de agosto. 
¿Cómo te has muerto ahora 
En estas alcobas tan de barro, 
Tan de misterio, sin sangrar los besos? 
Ya no vendrán los pinos 
A llorar con sus larvas plañideras, 
Ni tu boca dirá las palabras de siempre. 
Te has ido 
Y parece que aún no habías llegado 
A anunciar por las calles 
Tu muerte vespertina. 
Ya no te morirás. Tu cuerpo aguarda 
La llegada de todos los veranos, 
Del otoño, del hielo. Tu semilla 
La tienes ya sembrada: 
Recogerás abrojos, 
cardos, 
olvido. 

JOSÉ LUIS PUERTO (España, 1953) 

Te recomiendo Visitar: como enamorar a un hombre





Ella 

Viene despacio 
entra 
tropieza con mi tos 
con mi costumbre de dejar la nuca 
en cualquier parte 
viene despacio 
ordena mis silencios 
desata las palabras necesarias 
recibe la correspondencia de mis ojos 
viene despacio 
a tender sus manteles de ternura 
viene despacio 
apenas hecha humo para no despertarme 
se abre paso entre vasos arrojados al día 
retratos de mujeres 
noches de bronca y noches de ginebra 
viene despacio 
con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles 
viene despacio 
entra 
se arrodilla al borde de mi alma 
y junta los fragmentos de mi risa 
después… se vuela azul como la tarde. 

JORGE BOCCANERA (Argentina 1952) 




Ella cantaba estrenos 

Querida señorita 
que aquella tarde del pecado mortal 
lóbregamente abrístete al temor y temblor 
los dedos cuya uña vibrar 
quebrar iban luego a rasgarte 
descubriste el hombro rosa la pared 
luminosa de la espalda las caderas 
redonda miel 
que aleteabas huías fenecías 
de amor líquido olores y amoníaco 
arcos violentos te llenabas 
de sustancias espesas fortalecías 
y los músculos de asombro dibujaban 
sombras y grutas nuevas 
¿por qué ahora te disfrazas 
pintas las grietas cubres las amadas? 
¿por qué ahora miras el reloj 
buscas una calle? 

FÉLIX DE AZCÚA ( España, 1944 ) 







Eres fría 

Eres fría. A tus labios no se asoma 
ni la risa, ni el grito, ni la queja. 
Estatua fueres en la Atenas vieja, 
mujer no fueres en la vieja Roma. 

Como estatua de sal, si a veces toma 
gesto vibrante el arco de tu ceja, 
es porque en tu pupila se refleja 
el rojo incendio de infernal Sodoma. 

Tú desdeñaste a jóvenes de brío. 
Y en matrimonio trágico y sombrío 
a un anciano te uniste sin conciencia; 

y la justicia del amor burlado, 
como que eres de sal te ha condenado 
a que te lama el buey de la Impotencia. 

JOSÉ SANTOS CHOCANO (Perú, 1875 – 1934) 







Espalda 

Te vas. 
algo me dejas 
cuando me das 
la espalda. 
Llueven 
colmenas desiertas 
y abejas 
sin alas. 

DANIELA MAZZEO (Argentina ) 






Esta vieja herida que me duele tanto… 

Esta vieja herida que me duele tanto, 
me fatiga el alma de un largo ensoñar; 
florece en el vicio, solloza en mi canto, 
grita en las ciudades, aúlla en el mar. 

Siempre va conmigo, poniendo un quebranto 
de noble desdicha sobre mi vagar. 
Cuanto mas antigua tiene mas encanto… 
¡Dios quiera que nunca deje de sangrar!… 

Y como presiento que puede algún día 
secarse esta fuente de melancolía 
y que mi pasado recuerde sin llanto, 

por no ser lo mismo que toda la gente, 
yo voy defendiendo románticamente 
¡esta vieja herida… que me duele tanto!… 

PEDRO SIENNA (CHILE, 1893 – 1972) 





Estoy en ti 

Estoy en ti 
buscando vegetales en tu origen. 
De tu vientre los musgos si levanto 
el árbol humedeces 
y transformas, 
si canción o río desbordado 
te yergues del ritmo 
a las orillas. 
Estoy en ti 
-desnudo- 
como niño que juega 
a las auroras. 
Reverbera la casa con tu nombre 
compañera que fuerzas 
a erigirme. 
Materna niña 
nuestra 
vuestra, 
heme aquí contigo 
rescatando la hierba a los umbrales. 

OSCAR WONG (México, 1948) 







Flor de ayer 

Roto el jarrón. 
La flor durmió 
todo un invierno. 
Sé cómo termina un amor, 
cómo se ha ido. 

ALFONSO CALDERÓN ( Chile, 1930 ) 






Gravitación del retrato 

¿Acaso no he tocado tus palmas y tus yemas, 
no he fluido a través de ti, y en torno de tus 
talones? 
¿Cómo entré? ¿No era yo acaso tú y Tú? 
Ezra Pound 

Entre el agua y la sombra, a orillas 
de una sedosa mirada nocturna 
y en la mitad ardiente del abrazo 
la lámpara nos une como una caricia, 
como una flor espejeante a un hombro perfecto. 

(No sé si he respirado los rayos de su luz 
y si al mirarte una impalpable lágrima aproximo, 
una abrigada pluma, una burbuja irisada, 
un titubeante círculo de amor y de sueños). 

Ajena al paso de mi voz, al incesante 
fuego que va contra el olvido, retirada 
a música inmóvil había de escucharte, 

Detenido en silencio todo cuanto tocas, 
rostro, vaso de fugaz derredor, madura espalda. 

JAVIER SOLOGUREN ( Perú, 1921 ) 




Gritan allá lejos, escuchad 

Para poder siquiera los dos acercarnos 
necesitaríamos 
siglos de instantes como este instante. 
Para que pudieran morir las aguas más sucias, 
para que pudieran brotar las aguas más claras. 

Aquella sed, los gritos, el pájaro amarillo 
que cantaba ayer tarde y te ponía triste. 
Aquel candor feroz de tus ojos de esponja 
en el momento cumbre, al desplegar los párpados. 

El viento, el mar, las más bellas palabras 
que pronuncia un hombre a la hora de morir. 
El verte y el no verte. El deslizar los dedos 
por las venas muertas de tus manos vivas. 

Todo es vana poesía. Todo se ha convertido 
en inútil deseo de un deseo de amor. 

Para poder siquiera los dos acercarnos 
necesitaríamos 
siglos de ternura como esta ternura. 

AGUSTÍN DELGADO ( España, 1941 ) 





Guerra sucia 

Amaños, arterias, trucos del corazón 
que aplacan la conciencia cuando les damos vuelta. 
Francisco Díaz de Castro 

Sospecho que jamás volveré a verte. 
Sospecho que será mi amor tan corto 
como el viaje en un tren de cercanías, 
que no apartarás, durante el trayecto, 
la mirada del libro que sostienes 
con firmeza entre las manos, ajena 
a la lluvia, al paisaje, a mi presencia. 

Mientras, el silencio pasa rozándote, 
rozándonos los labios 
hablándome de ti, 
de la noche que se acerca insegura, 
humilde y vacía como la próxima 
estación, como el próximo fracaso. 

Indiferente y sola, te marchaste. 
En el aire viciado del vagón 
quedó flotando el poso 
de la nostalgia. Perseguí a través 
del cristal el fantasma de un recuerdo, 
si hermoso o terrible, lo desconozco. 
Pero no renunciaré -porque me pertenece- 
a la lectura de ese joven cuerpo 
ala deriva, a inventar un pasado, 
a defender la bondad de los sueños. 

Tal vez, años después, ya casi viejo, 
me arrepienta de las horas perdidas 
observando cómo el deseo mancha 
las paredes insomnes de la casa, 
cómo cubren de escombros y hojas muertas 
el jardín. Tal vez piense que, en el fondo, 
todo tiene un precio, que fabriqué 
una historia, una vida fantástica, 
irreal que -como advertía Rilke- 
debo olvidar para hacerla únicamente 
mía y que desdibujo sin pudor 
como argumento para emborronar 
unas cuartillas y engañar así 
al inocente lector que me cree 
sincero y siente, quizá, en su propia 
carne la herida informe, no cerrada 
del amor traicionado. 

Depende de mí, de si continúo 
o no este juego que vivas o mueras. 
Con un golpe de suerte, con los dados 
trucados puedo desenmascararte. 

“De Corriente subterránea” 

CARLOS ALCORTA (España 1959) 






Hiperestesia 

Tiemblas, y tus cabellos locos se desparraman 
como garfios de sombra en tu carne jugosa. 
Mis manos, hogueras de cinco llamas, lamen 
el mármol de tu cuerpo hasta ponerlo al rosa. 

Extendida a mis pies como una blanca alfombra 
tiemblas; con tus temblores versos de angustia plasmo. 
Tu labio es un sendero de sangre hacia el espasmo: 
eres un surtidor de fiebre entre la sombra. 

Mi boca como un sello en tu boca se graba 
y en las morbideces de tu seno caldeado 
tiempo. mi pupila, ampolleta de vértigos, se clava. 

Hincado en ti, como una garra de escalofrío, 
me extinguiré, mis nervios como un humo rosado 
irán en espirales de besos al vacío. 

MIGUEL ÁNGEL LEÓN (Ecuador, 1900-1942) 






Historia de tu ausencia 

Si ahora digo amor tal vez no diga 
que la ausencia me mira del fondo de tus ojos, 
que aquí estuvimos juntos, que fue hermoso 
y que el sol conocía tu perfil de memoria. 
Tal vez sea imposible que alguien sepa lo claro, 
la luz que fue llevarte de la mano pequeña 
como a un tallo mecido por un viento de música 
hacia los territorios donde aguarda el silencio. 

Y ya que estás distante, 
qué pensarán los árboles 
qué dirán las canciones, 
cómo verá la noche mi soledad de río; 
dónde pondrán su ronda los niños de la tarde, 
adónde irán los pájaros sin tu risa y mi silbo 
y la calle tan sola con sus puertas inútiles 
y las sombras sin besos 
y los perros perdidos; 
ahora que la ausencia me interrumpe la boca, 
ahora que me esperas tan allá de los niños. 

Se nos ha muerto el año. 
Yo le veo el invierno 
hecho de un sólo frío, 
de un solo tajo solo 
a la mitad de agosto, 
de una dura distancia… 
larga, definitiva. 
Porque de pronto sobran los barcos, 
los andenes 
y de pronto este rumbo ya no tiene sentido 
como si nadie fuera hacia ninguna parte 
o alguien hubiera muerto a mitad de camino. 

Alguien. 
Mi voz. Tu pelo. Las cosas que no dije. 
La flor de tu vestido. 
Se nos ha muerto el año donde dejé tu nombre 
para que recobrara su condición de estío. 

Ya no sé, 
nunca entiendo estas precarias sílabas, 
cosas que no recuerdo de pronto me dominan: 
¿te dije que tenías la piel como de humo? 
¿que de estarme en tus ojos me conozco el origen? 
¿te he enseñado el misterio de los árboles solos? 
¿sabes ya que tus manos son dos siestas dormidas? 

No sé, 
nunca recuerdo tanta distancia, 
tanta canción que no he cantado cuando anduvimos juntos. 
Me dolería mucho no haberte dicho todo 
lo que llevo en la boca casi como otra risa. 

ARMANDO TEJADA ( Argentina, 1929-1992 ) 





Hoy me estoy abandonando de ti amor… 

Hoy me estoy abandonando de ti amor 
estoy fuera en las higueras cargadas y las aguas de las nubes 
pero no fui yo quien eligió partir 
una nave extraña que me robó tu mano 
me succionó la decisión 

¡cómo parten mi amor las ramas en el río bajaban 
escaleras de preguntas 
como tu boca y mi boca se abrasan 
atontando esta distancia que buscamos 
aún no aún no podemos -arder 
como frágil leña en los incendios 
de las selvas las casas del mar como somos 
dos caballos cuatro peces y un larguísimo aliso 
tejiendo dibujos por el viento movido 
esas hojas 
el jugo de estas venas 
es sangre de animal asesinado! 

¡cómo parten mi amor los pájaros hacia el más allá! 
tal vez golondrinas en los tejados posen hoy 
la palabra que no digo pero cómo clavaron 
los veleros arrastrados huyendo de la tormenta 
cómo clavaron nuestros movimientos 
secos -de un golpe- contra las paredes! 

¿deserción móvil? mi amor porque te amo 

XELA ARIAS (España, 1962) 






Jardín del cementerio 

Una hoja resbala desde el árbol 
y es tu mirada la que, vuelta mano, 
detiene su caída unos instantes; 
luego toca la tierra humedecida 
por la blanca llovizna del verano 
y se confunde 
con un montón de hojas arrugadas. 
Huele a calas, jazmines, crisantemos. 

Das media vuelta y piensas 
en cuándo serás tú, si caerá nieve. 
Escribe un nombre propio el tiempo 
en cada lápida 
y sin embargo, hermosas, 
cuelgan pequeñas flores del almendro. 

ANDRÉS NEUMAN (Argentina, 1977) 







La rosa 

Esta rosa en el cielo, inmóvil, pura; 
y este aire, que la cerca, y la convida: 
y ella, en su propio sueño suspendida, 
serena, en su voluble arquitectura. 

Es casi de cristal, en la segura 
presencia de su línea estremecida: 
tan perfecta, en el tono, y la medida, 
exactos, de su tedio y su hermosura. 

El aire pasa, y ella, sola, queda, 
embriagada en su tácito perfume, 
oculta entre su tálamo de seda. 
Y en la alta noche su virtud resume 
trémula gota que, en la sombra rueda, 
y en estéril silencio se consume! 

JOSÉ UMAÑA B. (Colombia, 1899-1982) 





Las doncellas 

Una doncella tendida es un continente virgen 
o un inviolado bosque rodeado de misterio. 

Hay en la cabellera pájaros encendidos 
como a la orilla de los ríos sagrados, 
la cabellera de árbol-de-la-noche-triste. 

Un enjambre de besos tiembla sobre su rostro 
igual que las abejas sobre el rostro del nardo. 

Las manos, donde aprende caminos la fragancia, 
acuerdan los antiguos incensarios de barro. 

Los hombros tienen la suavidad de los helechos 
y el brillo de los astros anónimos y puros. 

Resbala en las cadenas de opulentos contornos 
el peligro de seda de las panteras negras. 
El mármol desvaría columnas en los muslos 
y el ónix se enloquece de límpidas arcadas. 

en los pequeños lagos detrás de las rodillas 
las libélulas soplan las flautas de los lirios. 

Y en los tobillos de oro la música reviven 
el espectro remoto de danzas primitivas. 

Inmóvil y desnuda es sagrada como los bosques. 

OTTO RAÚL GONZÁLEZ (Guatemala, 1921) 






Las medias blancas 

Tengo unas medias blancas de encaje que me pongo 
cuando me visto el traje negro de los recuerdos. 
Son unas medias finas, hambrientas de fantasmas 
que hacen juego con los pájaros interiores, oscuros. 

Las piernas, penetradas por estas bocas blancas, 
levemente se abren con signos vegetales. 

Los hilos amanecen mi piel, 
brotan, perdiéndose, entre los elevados pensamientos más íntimos. 

En derredor: imágenes de ocupación pelviana, 
soberbias latitudes desde el puente atestiguan 
la entraña y las enaguas levantadas al vuelo. 

¡Qué holgada está la tela de la falda de flores, 
la rodilla suavísima con olor a naranjas! 

Por los muslos se agrandan los dibujos henchidos, 
son copos invisibles calcinando altas cumbres. 
Me infunden sobresaltos, me clavan dulces flechas, 
tan finas son las mallas que saltan los engarces 
y hasta el ocre desierto los poros me rezuman 
feroces desatinos, presagios entreabiertos. 

Siento flores y manos crecer entre las piernas 
y más arriba el musgo 
tapando el azulón vellón de la albufera. 

No podría ponerme estas medias sabiendo 
la gracia que se esconde, generosa, en tu boca. 
Espumosas persisten, sin causa me rodean, 
temibles de tu roce, sin fatiga, 
explorando. 

ISLA CORREYERO ( España, 1957 ) 







Laetitia in umbra 

Odalisca de harén que me enamora, 
la hora de su cita es la que aguardo 
para aspirar la esencia embriagadora 
de su carne, olorosa como nardo. 

De sus ojos la llama abrasadora 
me enardece, punzante como un dardo, 
ya su cuerpo de diosa triunfadora 
le rinde parias mi laúd de bardo. 

De la noche en la sombra misteriosa, 
en el muelle diván color de rosa 
le brindo mis caricias, mis excesos; 

y turbando el silencio de la alcoba 
en nuestras bocas, que el placer arroba, 
estallan, resonantes, nuestros besos. 

ADRIANO M. AGUIAR (Paraguay, 1864-1912) 




Ligero como el canto que no acaba… 

Ligero como el canto que no acaba 
Se ondula tu recuerdo en el verbero. 
Regresa y es el mismo. 
Despierto y no es un sueño, 
A tu vuelta inocente encadenado. 
La voz no sabe lo que canta. 
Tallas mi vida y no lo advierto. 
Hablo, 
Y siempre ignoro de quién hablo. 

JOSÉ CARLOS CATAÑO (España, 1954) 






Los pájaros divinos 

Júpiter -que en el cielo del Paganismo asoma 
con el supremo brillo de la más noble estrella- 
de un cisne se depara la forma blanca y bella 
por que Leda le embriague de su carnal aroma. 

El Espíritu Santo -que la Iglesia de Roma 
consagra en la trimurti donde su Dios destella- 
por gozar el aroma de la núbil doncella 
viste la forma bella de nítida paloma. 

¡La paloma y el cisne! ¡Siempre el blancor alado, 
siempre el albor con alas, en inefables curvas, 
propicio a los misterios del divino pecado! 

¡Oh cisnes y palomas! ¡Oh pájaros propicios 
al Dios en celo! Adoro lo que ignoran las turbas 
en vosotros: el alma de los sumos fornicios… 

ALFREDO ARVELO LARRIVA (Venezuela, 1883 – 1934) 





Los pájaros no aman 

Los pájaros no aman 
pero cantan 
canciones que sí amamos 
son de amor. 
En el bosque de las mimosas 
el polen perfuma 
tu cuerpo. 
Amar es una herida 
de luz. 
Vivimos un instante 
de góndola y peces 
dormidos. 
Despertamos en el dolor. 
Tus ojos son 
dos corazones, dos 
ánforas de bálsamo. 
En el céfiro de los heliotropos 
tu corazón es una dádiva. 
Las flores no aman 
pero iluminan el amor 
y lo decoran. 

JOSÉ ANTONIO MASOLIVER España, 1939 





Los tiempos jubilosos 

Aunque la piel se gaste 
yo quiero despertar y hallarte cerca, 
contigo amanecer día tras día. 
Yo quiero detenerte, 
quedarme en tu mirada para siempre. 

Y cuando caminemos 
y el aire nos divida 
o se atraviese el miedo 
serán tus ojos únicos 
los que me den la mano. 

Nos habla esta ciudad 
con un idioma de alas y barcos, 
esta ciudad de Seatle 
en donde resucitan los recuerdos. 
Esta ciudad azul 
tiene un costado ardiente 
y tiene mil esquinas 
en donde se han amado nuestros pasos. 

Hoy puedo agradecerte 
por esta mariposa de placer, 
por esta gota ardiente 
que pones en mi piel alucinada, 
por esta luz de fresas 
que traes en la punta del silencio. 
Te doy amor las gracias 
por este nuevo vino que me ofreces. 

VIOLETA LUNA ( Ecuador, 1943) 




Lumbre secreta 

Un silencio de rosas te perfumaba el pelo, 
la sombra de la ausencia movía los rosales, 
una sonrisa ardiente iba quemando el alma. 

Las islas cambiaban sueños en la noche, 
el amor regalaba sus nobres a las cosas. 
Olvidar era un poco aprender a morir. 

Ausencias y ciudades continuaban uniéndome en el sueño, 
volvía la ola a relatarme tu infancia, 
pero el tiempo había encanecido de pronto 
y sólo era posible escuchar una lluvia invisible 
en la última galería del corazón. 

ALBERTO BAEZA FLORES (Chile, 1914 – 1998 ) 




Luz usada 

Quedó tendido el tiempo 
y nuestra piel 
en el último rayo que entró por la ventana. 

Cuando regrese el sol, tras la tormenta, 
su luz estará usada: 
en el color que habita entre mis manos 
descubrirá que has sido mariposa. 

CARLOS BRIONES (Alemania, 1969) 




Mademoiselle Givenchy 

(Escarlata O’hara) 

Me has dado la alegría de tus altos tacones, 
el bebedizo alcohólico de tus medias de zorra 
y la provocación del color de tus ojos 
que Valera robase en Pepita Jiménez. 
Me has seducido, en fin, con tu carmín idólatra 
y el tóxico feroz de tus cejas negrísimas. 

Y me has dado también el licor de tus labios, 
el spleen de Madrid en las tardes de otoño, 
el aroma de kif de Valle en sus Sonatas 
y una luz turbadora en el show de los palcos. 
El gesto y desafío devoto y altanero- 
que Marilyn brindase al cuento de Capote. 

En la noche más honda tu presencia ilumina 
la amarga y devastada ausencia de la aurora, 
y la frivolidad de tu risa miope 
se hace rosa profana de salvación perpetua. 
Aterrizaste ociosa con tus alas de maga 
para contaminarme en mi desasosiego. 

Bajo la luna llena, desnuda y melncólica 
atraviesas espejos de deseo y de vértigo 
con la aniquiladora belleza de la fiebre 
invitando a un viaje de magia y de arrebato. 
Si arcángel de ebriedad serás imán y pétalo, 
si reina de las nieves, aviador y diamante. 

ÁNGEL RODRÍGUEZ (Londres, 1961) 




Madrigal 

¿Cómo cantar al sol si es la mañana 
que llama 
y es tan dulce 
besarte cuando sabes que amanece 
y que tu cuerpo es luz y yo 
la toco 
mientras el día duerme 
aún? 

JESÚS GARCÍA CALERO (España, 1965) 




Más allá del amor 

Si en el amor la noche nos abrasa, 
no es del amor el límite tan sólo 
la profunda tiniebla. Dulce pluma 
también le brinda el pálpito inefable 
del misterio remoto, en voz, caricia. 
Pluma o trémula llama que nos funde 
con la pasión ardiente -¡oh puro fuego!- 
de tantas altas noches inmoladas 
noches del alma claras, trascendidas. 
Nunca el amor, hoguera de la noche, 
que en las divinas luces se contempla, 
mas soledad nocturna de los hombres. 
Nunca el amor, si el hombre sabe amarlo, 
luz de nieves más tristes y fugaces. 
Cuando en las noches negras desvalidas. 

Pedro Pérez Clotet (España, 1902 – 1966) 




Me cuentan que has llorado… 

Me cuentan que has llorado oyendo versos míos, 
Porque tal vez encierran un poco de emoción… 
¿Y te has creído acaso que yo al decirlos río?… 
¡No, cuantas veces me llora el corazón!… 

Si una sonrisa triste me has visto por ventura, 
No es porque mi vida tenga con qué alegrar… 
¡Como si disfrazara sonriendo mi amargura, 
Me río casi siempre, tratando de olvidar!… 

¿Cobarde?…Dios lo sabe si esto es cobardía, 
O si, por mala suerte, el rumbo equivoqué…, 
¿Qué quieres tú que yo haga con esta pena mía, 
Si ya hace tanto tiempo que vivo así, sin fe? 

Me cuentan que has llorado, que se clavó en tu pecho 
La espina de mi angustia y mi pesar también… 
Bendita para siempre por todo lo que has hecho; 
Tus lágrimas sentidas me hicieron mucho bien. 

¡Sí tú supieras cómo estoy agradecido!… 
¡Acaso pronto un día te lo dirá mi amor, 
Cuando tus dulces besos como elixir de olvido 
Vayan cicatrizando mi vida de dolor!… 

Me cuentan que has llorado oyendo versos míos, 
Porque tal vez encierran un poco de emoción… 
¿Y te has creído acaso que yo al decirlos río?… 
¡No, cuantas veces me llora el corazón!… 

Enrique P. Manori 





Memorias de mi piel 

Mi piel tiene memorias de tus manos 
recorriendo el desnudo de mi entrega 
tiene tu aroma 
tu costado tu aliento 
tu sabor 
tu triunfo 
mis derrotas 
Mi piel tiene sonidos de ternuras 
vibrando 
cada encuentro en la penumbra 
tiene tus restos y tus rastros 
la luz opaca del deseo 
y el rostro del amor 
amaneciendo 

ANA MARÍA MAYOL ( Argentina, 1953 ) 





Metamorfosis 

Con la misma línea estrangulada 
en el talle enfatizando las caderas y los pechos 
viene mojada la maniquí. 

De dónde esta muchacha que era pobre 
ha sacado ese aire de comercio 
dónde ha dejado el martirio de Kavafis 
la revolución de sus sandalias con suela de pescado, 
el negro sentido de su furiosa réplica de Goya 
aquella especie de cráneo hermafrodita 
ni de varón ni de hembra 
sólo un cráneo sediento 
interminablemente herido por las moscas 
perfecto para dar indiferencia 
lento para negar. 

Qué diferente fue 
sometida 
esclavizada a otro. 
Y que domesticada ahora por los flases 
los dólares 
las telas dóciles a la luz y al hilo. 

Que cambiazo esta negra con penas 
que lloró y ahora 
inmaculadamente seria y rica 
anda 
mojándose de lluvia 
libertad. 

ISLA CORREYERO (España, 1957) 






Mientras tú duermes 

Envejecía el mundo sin que yo la advirtiera 
todas las calles eran la misma calle 
mil veces recorrida hacia ningún lugar, 
todos los libros hablaban de lo mismo 
y en la obscena pantalla del insomnio 
memoria y deseo fornicaban sin ganas, 
un solo día gris era mi vida, 
un eterno domingo sin nadie, 
amarillentas páginas de una vacua novela 
con un final previsto que no será feliz. 

Todo en el mundo era viejo y cansado 
llegaste tú, cuando el azar te puso, 
pedir permiso, a caminar conmigo. 
¿Por cuánto tiempo? Un día, un mes, un año, 
una eternidad o un relámpago. El plazo sería breve 
aunque infinito fuera. 

Después de andar, reír, beber en compañía, 
esta noche de agosto duermes a mi lado 
mientras yo sueño sin poder dormir. 
Hay envidia en mis ojos, no deseo 
(o más envidia que deseo). Quede 
el jardín negligente de tus labios 
para quien tema menos el peso de la dicha. 
No es tu joven sexo lo que quiero. 
Sólo quiero, por un instante solo, 
mirar la noche con tus ojos niños. 
El mundo vuelve a estar recién creado 
si me dejas mirarlo con tus ojos. 

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN (España, 1950) 




Mujer 

pequeña y casi oculta en la penumbra 
de un gesto 
oscuro y pulido como el bronce 
Iba a pasos cortos hacia el fin del día 
hacia las piedras 
de la derrota 
dúctil y recogiendo en su seno el oro de las horas 
va a pasos rectos hacia el fin del día 
si alguien la espera en el lindero de su noche 
que le salga al encuentro y que resuelva 
esa penumbra elástica 
donde destellan apenas las horas 
y se enlazan venas restallantes 
henchidas de una sangre abrupta y honda 
que es el primer momento de la luz 

AMERICO FERRARI (Perú, 1929) 




Mujer en dos tiempos 

Ha pasado la flor del aire, 
las calmas espesas del sur. Ha tenido las piernas 
sacudidas de olores, caladas 
por un éter fugaz y anunciador. Aspira 
el aire como asiéndolo cuando imágenes rojas 
de poniente le vienen del horizonte al vaso. Porque la figura 
del deseo como 
un verso dura más que el tiempo que condensa 
y después, en estos prostíbulos tristes, 
renace a veces, rígida y fugaz como un verso, 
sin futuro, sin esperanza como un verso, rígida. 

CARLOS PIERA (España, 1942) 





Mujer en la esquina 

Ya no tienes siquiera un borbotón de llanto 
para llenar tus ojos… 

Mujer rota en la esquina, esqueje silencioso 
de un arbusto que fue tronco lozano, 
¿qué celeste criatura se te apagó de golpe 
para que tú te alzaras en medio de tu ruina 
como un sórdido canto? 

El hombre te transita, socava tu amargura 
y abreva entre tus aguas su sed interminable; 
pero nunca detiene sus ojos en los tuyos, 
ni piensa que tú fuiste una dulce muchacha 
de trenzados cabellos… 
o una niña que amaba su muñeca, 
a un hermano, a un árbol, a una rosa… 

Mujer rota en la esquina, pregón que nos delata 
otros mundos siniestros 
donde el alma es tan sólo una palabra triste; 
y la sangre un charco sin transcurso; 
donde los ojos son torpes caminos 
para llegar al lodo; 
donde los labios son gritos en pugna 
y las bocas cavernas infranqueables 
con un manar de voz como impacientes 
marejadas de fuego, turbio, impuro… 

Mujer rota en la esquina, desgajada 
de los días hermosos, de los campos floridos, 
cuando te encuentras sola con tu antigua criatura, 
cuando sientes tus ojos arrasados de lluvia 
y no puedes llorarla, 
¿qué rencor se te enciende como hermosa bandera 
para azotar el signo de tu vida? 
¿Qué palabra pronuncias? ¿Con qué voz nos golpeas 
a todos los que fuimos, tal vez, fariseos? 
¿Y que desden te cubre la mirada? 
¿Y qué odio voraz te quema el pecho? 
¿Y qué mano levantas vengativa? 
¿Y qué risa nos tiras a la cara 
como lluvia pequeña? 

ANGELINA GATELL ( España, 1926 ) 






No pido sino tu sola presencia… 

No pido sino tu sola presencia 
tu dorada voz 
y la tierna caricia de tu mano. 

No pido sino tu amor 
la sangre y tu deseo 
para mi tiempo. 

A cambio 
yo para ti 
como la planta para el rocío 
la rama para el pájaro 
la nube para el viento. 

MARGARITA CARRERA ( Guatemala, 1929 ) 






Nocturno 

La noche nos inventa. Sus amantes, 
somos sus preferidos 
amantes. Oye cómo 
crece su inmenso pulso derramado. 
Aprisiona su informe aroma. 

¿Duermes? 

Soñamos juntos al labio del abismo. 

La noche nos inventa. Yo te tengo, 
ámbar toda. Tú cortas de mi sangre 
las amapolas más lejanas. Bajo 
la apasionada luna de tus sienes 
advierto que. la noche entra en nosotros, 
se enardece lo mismo que yo. 

¿Sueñas? 

Despiertos, sobre el mundo navegamos. 
La noche nos inventa. Va naciendo 
de este extremado limbo compartido 
una rosa que embriaga como el jugo 
difuso de la muerte. ¡Acude! ¡Sálvame! 
Salva este eterno instante, de las sombras 
detén este latido final. 

¿Vives? 

Muertos de amor, un lirio nos conduce. 

JUAN REJANO ( España, 1903 – 1976 )